Pesadilla

«Los sueños se pueden hacer realidad, pues las pesadillas también son sueños»

Traté de dormirme, me había quedado hasta tarde leyendo y me tenía que levantar temprano. El vidrio de las ventanas estaba empañado, pero al menos dentro de la cama hacía calor. Había terminado un libro de 312 páginas en menos de un día, recordé que había dejado de hacer miles de cosas por ese libro, pero simplemente no podía dejarlo de leer cuando la historia era atrapante. “A la mañana me voy que poner al día” me dije antes de dormirme, para tranquilizar mi culpa.

Se hizo la mañana, por así decirlo, porque todavía no había amanecido. Calculé cuanto tiempo había podido dormir, menos de 4 horas, pero me sentía con más energía.  Me levanté y, luego de vestirme con lo que había dejado preparado la noche anterior, tomé un café caliente y fui al baño a lavarme los dientes. Supuse que hacía frío, pero últimamente el tiempo estaba muy inestable, por lo que decidí comprobar el pronóstico del tiempo en el televisor. Al menos 5° la máxima no era lo peor de la semana. Me abrigué con una campera para esquiar, era la única que tenía que parecía repeler las gotas de agua y evitar que llegara empapada de agua.

Subí a mi Peugeot 206 color negro, adoro ese auto, tal vez sea porque es mi primer auto. Salí hacia la ruta con tiempo de sobra, la neblina era espesa, por lo que los autos iban a bajas velocidades. Ya debería haber amanecido, pensé que tal vez me había confundido al mirar la hora, pero la hora era correcta. Tardé un poco más en llegar a natación, tenía la sensación de haber olvidado algo importante en casa, entonces comencé a mirar dentro de la mochila para ver si al menos tenía lo necesario. Faltaban 20 minutos, tiempo de sobra para entrar y cambiarme al vestidor.

Salí 5 minutos antes, tiempo suficiente para saludar y hablar de algunas trivialidades. El vestuario tenía una puerta trasera que salía hacía la piscina. La abrí y bajé las escaleras. Había olvidado las ojotas, por lo que al pisar todo mojado casi me doy un buen golpe, traté de pasar desapercibida, no por el golpe sino para que nadie comprobara que no tenía calzado.

La piscina es medianamente, tiene 5 andariveles de 25 metros cada uno, y varios asientos al costado derecho, incluyendo unos cuantos gabinetes para guardar las cosas al final de las escaleras. Me quedé helada al ver que la piscina prácticamente no se veía, era toda neblina por encima de ella, por lo que veía poco al caminar. El frío hizo que se me pusiera la piel de gallina en los brazos y piernas, el piso me había congelado los pies. Me di valor para seguir hacia donde estaban los profesores. Tanto ellos como algunas personas en la pileta estaban sumidos en sus propios pensamientos, parecían cansados, me pregunté si había muerto alguien, pero no me pareció adecuado preguntar. Al menos unos estaban en la pileta, por lo que la temperatura del agua debía estar bien. Los saludé lo más amablemente que me salió, pero no me prestaron mucha atención. Me costaba mucho ser amable, pero siempre puse mi mayor esfuerzo en tratar a las personas. Deje la mochila y la campera en un gabinete y me dediqué por unos segundos a observar alrededor mío. Había algo mal, parecían tristes, me pregunté si había algo que debía saber y todavía no me había enterado. Miré al profesor que tenía la vista lejos sin prestar especial atención a nada. Tenía grandes ojeras y estaba pálido, estaba sentado inmóvil, me sorprendió que no se moviera para nada, parecía zombie. Las personas que había parecían más jóvenes que las que venían los martes a la mañana. Generalmente me ponían sola, con mi amigo Marco, en un solo andarivel, ya que éramos los únicos que nadábamos. Los demás hacían ejercicios debajo del agua. Yo era una persona delgada y joven, al igual que mi amigo Marco, por lo que no concordábamos mucho con las personas que iban, al menos en este horario.

No quise preocuparme demasiado, tal vez cuando llegara Marco le preguntaría si el veía lo mismo que yo. Siempre llegaba tarde por lo que no me preocupé de que a la hora de entrar todavía no hubiera llegado. Caminé hacia el andarivel 1, que estaba vacío y más alejado de las pocas personas que había, no quería terminar deprimida.

Cuando llegué me quedé horrorizada con el panorama, no podía dejar de ver el andarivel en el cuál pretendía nadar. El agua se dividía y no había ni una gota de agua en el primer andarivel, como si la pileta fuera desde el andarivel 2 hasta el 5. Lo primero que se me ocurrió fue que habían colocado un vidrio trasparente, el cual impedía el paso del agua hacia él. Me pareció ridículo, de todos modos,  ¿Qué más podía ser? Y aunque fuera un vidrio, ¿Por qué alguien haría algo así? Comencé a buscar otras explicaciones en mi cabeza, pero no las había. Me metí al andarivel 2 y ver que era exactamente lo que impedía el paso del agua, ya que nadie parecía alterado y temí que me trataran de loca si preguntaba. Entré, el agua estaba más fría de lo normal, pero  comencé a nadar para no llamar la atención y así poder tocar que había entre los andariveles. En mitad del camino toqué, pero para mi sorpresa no había nada, mi mano había traspasado la línea invisible y llegó al otro andarivel, donde pude sentir el aire fresco. Quise encontrar explicaciones pero no las encontré. Dejé de nadar para pensar, la situación me estaba superando.

Miré a mí alrededor, no había nadie. Me pregunté cómo habían desaparecido tan rápido. Estaba por salir del agua cuando noté que apenas había unas pocas lagunas en la pileta, el agua también había desaparecido. Salí de adentro sin esperar a llegar a la escalera, sino que salte por la parte más onda hacía afuera. Me quedé helada, no sabía qué hacer, y Marco todavía no había llegado, pero no quise suponer nada. En un parpadeo de ojos el lugar era el doble más chico y la pileta era diminuta, parecía la base de un prisma y estaba llena de hongos y manchas por todos lados. En absoluto era el mismo lugar, por alguna razón lo único que me sorprendió fue el tamaño. Me quedé mirándola, preguntándome si me estaba volviendo loca. Me miré las manos, me temblaban un poco pero no tanto. Miré mi cuerpo, estaba mojada, estuve en el agua entonces. Me traté de tranquilizar, cerré los ojos, tal vez todo volvería a la normalidad en un momento. Mi corazón iba al mismo ritmo que si estuviese durmiendo, pero golpeaba fuerte, lo escuchaba claramente, parece que hiciera eco.

Mantuve los ojos cerrados por varios segundos o minutos, no lo sé sinceramente. De pronto, se me vino a la mente la cara de una persona a la que no conocía, sin querer me quedé mirándolo más tiempo del necesario, tuve el impulso de que él tenía la respuesta de lo que estaba sucediendo. Era hermoso en todo sentido. Tenía un rostro delgado con la piel demasiado pálida y perfecta, unas cejas muy pobladas de color negro azabache, su color de pelo era castaño oscuro pero le podía ver unos reflejos un poco más claros, como si le diera el sol. Tenía unos ojos grandes, almendrados color miel, parecían sinceros y los labios formaban una línea recta. Mi corazón comenzó a tranquilizarse, sentía apenas una brisa. No sé la razón pero me sentía más segura que nunca. Traté de tocarlo, pero su rostro se endureció y me miro horrorizado. Escuché una voz que gritó, pero apenas pude oírlo: “Corre”. Pero él se mantenía quieto, sólo parpadeaba, no abrió la boca, no supe si era él y al cabo de unos segundos su rostro se esfumó de mi mente. Pero la voz gritó otra vez, ahora un poco más fuerte “Corre”.  Traté de imaginarlo otra vez para preguntarle que sucedía pero no pude. Escuché unos pasos que venían apurados bajando las escaleras, me dio un escalofrío por la espalda y supe que tenía que irme, pero ¿Por dónde? Debía subir las mismas escaleras que la persona que venía hacía acá. Busqué con la vista un lugar para esconderme, todo estaba al descubierto, ya no tenía salida por lo que intenté pensar con que podía defenderme en caso que me atacarán. No vi ningún elemento, ni siquiera mi mochila por ningún lado, me dije a mi misma “Mantén la calma”. Los pasos ya habían llegado al final de la escalera.

Al fin vi asomarse a Marco, tenía paso seguro. Es fuerte y alto, me pasaba por un gran trecho. Su piel morena y lisa es perfecta. Era una de las únicas personas que me ponía feliz con sólo verle. Su cara era perfecta, tenía los ojos grandes y de color negro intenso, su pelo corto y también negro. Dentro del agua se veía el doble más grande, al nadar se le marcaban todos los músculos de la espalda. Todo el susto desapareció y mi alivio fue evidente cuando lo llamé por su nombre. El parecía tranquilo, como si el lugar fuera el mismo de siempre, como si la piscina no hubiese disminuido su tamaño, sin contar todo lo demás. Tenía una sonrisa en la cara y quise esperar a tenerlo cerca para preguntarle si sabía algo. Pero algo al menos tres veces más grande que él lo detuvo, era muy peludo, parecía un animal, pero desconocido para mí. Sin esperar a que Marco pudiera reaccionar a los sonidos le clavó los colmillos en el cuello y vi por primera vez el rostro de dolor de Marco, se me escapó un grito en seco. Estaba segura de que era una pesadilla, pero generalmente mis pesadillas terminaban al primer indicio de peligro. Me paralice de miedo, pero el animal al cuál sólo le veía la sombra no se percató de que estaba dentro, a pesar de que había gritado y volvió por dónde vino. Me temblaba todo el cuerpo, corrí hacia el cuerpo de Marco, pero el ya no estaba, había desaparecido. Me dije “es todo imaginación tuya”.

Salí por el pasillo a la calle y miré a mí alrededor, ya nada parecía normal. Estaba nevando y debía ir a la facultad. Pero tenía miedo, fui derecho a mi casa, ya que estaba decidida a que era un sueño. Estacioné en la parte frontal de la casa, la cual tenía un jardín delantero bastante pequeño pero al menos entraba el auto. Vi detrás de mi casa un bosque que antes nunca había estado, pero seguí caminando hacía mi casa, mirándolo de reojo. Se veía tenebroso, oscuro, si esto era un sueño puedo darle bastante crédito a mi imaginación. Parecía que tenía luz propia. Entonces escuché un grito de dolor que venía del mismo. Pero yo no estaba en una película de terror, por lo que ni por asomo me iba a acercar a ese lugar. Entré a la casa. Prendí la luz temblando, pero esta vez de miedo. Fui directo a mi habitación. Todo parecía normal ahí, me acosté y traté de dormirme. Me dije a mi misma que todo era una pesadilla, me lo aseguré mil veces. Traté de pensar lo que tenía que entregar para la facultad, hice una lista en mi cabeza y finalmente un rato después me dormí. Por suerte no escuché nada más, no me atreví a ver por la ventana.

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Me desperté con un grito, producto de la pesadilla, pero me tranquilicé. Me levanté de la cama y me vestí. Miré alrededor un poco desorientada y vi mi mochila, sentí una especie de alivio. Estaba de buen humor, después de haber tenido semejante pesadilla parecía un día feliz. Desayuné leche con cereales y me abrigué para salir. Salí afuera y comprobé que todo había sido una pesadilla, pues el bosque no se encontraba detrás de la casa. El día prometía una buena temperatura, sin lluvias. Me subí al auto y puse la mochila detrás, hice marcha atrás para ir hacía la ruta. Sonreí al ver que en la pileta todo el mundo era normal y que esta no disminuyó de tamaño. Marco estaba feliz igual que siempre y me contó algunas cosas que le habían sucedido. Lo que quedaba del día transcurrió con total normalidad.

Llegué de noche a mi casa, había un auto esperándome, me pregunté quién vendría a esta hora. Era un BMW i8, el auto que siempre hubiese querido, era negro con vidrios polarizados. Tal vez mis padres se habían resignado… ¡Noo! Ellos no tienen los recursos suficientes para un auto así, era absurdo ilusionarme. Había una figura en la entrada, pero al no tener la luz de frente de la casa prendida no pude divisar si era alguien conocido. Me acerqué con cautela, parecía dormido.

-Hola,  ¿le puedo ayudar?-dije con la voz tranquila y amable, para mi sorpresa. No quise abrir la puerta, aunque con ese coche dudo que quisiera robar.

Se paró cuándo le hablé, como si no se hubiese dado cuenta que hace sólo un minutos un auto estacionó a 30 centímetros de él. Pude ver que iba vestido normal. No parecía el tipo de persona que manejara un auto así. Tenía puesto un jean azul común y una campera negra bastante liviana para el frío que había llegado hace una hora. Era bastante flaco pero más alto que una persona promedio. Me mantenía lejos, por lo que se acercó:

-No fue mi intención asustar, sólo vine a hablar-dijo con la voz más tranquila que escuché en mi vida.

No sé la razón por la que pensó que estaba asustada, ¿Debería estarlo? Probablemente. Escuché en su tono de voz cierta familiaridad, pero no pude adivinar quién era. Me habló como si ya nos hubiésemos conocido, después de todo, aún, no se había presentado. Al ver que no dije nada, siguió:

-Mi nombre es Danyel, vivo del otro lado del bosque-habló una vez más.

No me sentí nerviosa con su presencia, al contrario, me sentía segura, como si nada pudiese lastimarme. Estaba por preguntar de qué quería hablar, cuando me di cuenta que había dicho “vivo al otro lado del bosque”.  Aparte mi mirada de él y, rápidamente, observé hacia todos lados buscando respuestas. Todo estaba más oscuro de lo que solía estar, poco podía ver. Mis ojos tardaron en acostumbrarse pero sin pensar miré detrás de mi casa. Comprobé que mi pesadilla estaba nuevamente ahí,  ese maldito bosque había vuelto. Es como si hubiese nombrado la palabra mágica para que apareciera mi pesadilla otra vez ¿Me estaba volviendo loca? ¿Ese bosque siempre estuvo o nunca estuvo?

Volví la vista a él, en busca de alguna respuesta, pero alzo las manos y se sacó la capucha. Mostró un rostro hermoso y tranquilo. Me quede petrificada mirándolo. Parecieron horas las que lo miré, pero su cara ya no se mostraba tan paciente, parecía nervioso por algo. Tenía la confianza de que no me haría daño, sólo lo sabía, pero no podía explicarme como esto estaba sucediendo. El por alguna razón estaba esperando mi reacción, pero yo no dije nada. Seguía tranquila, la presencia de Danyel me tranquilizaba. Sabía que algo no estaba bien, volví la vista hacía el, la misma persona que la noche anterior me había advertido “Corre” en mis pesadillas ahora me miraba esperando alguna reacción.

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